sábado, septiembre 16, 2006

Asaltada por un miedo que paraliza, Laura largó un grito redondo y tempestuoso, como una noche de cabaret. Las hojas del árbol más cercano se estremecieron, las de los de más allá, no. Pero pronto olvidó el terror que la había invadido desde abajo, subiéndole por la uña del dedo gordo del pie y anclándose a la altura del talón, olvidó este terror y siguió juntando los profilácticos usados que descansaban jubilados sobre el suelo asfaltado. Sonrió satisfecha con el paisaje que se le presentaba ante los ojos, miles y miles de forros descartados por ahí, los juntaría y se los vendería a la planta de reciclaje del látex, desayunos continentales y mayordomos en pelotas se avistaban en un futuro cercano.
Carl paseaba por la zona aquella madrugada, hacía varios minutos que andaba con un cigarro virgen entre los dedos y encima sin encendedor encima. La vio a Laura, la primera persona que veía aquel día, y con su imagen la posibilidad de prender su cigarro. Se acercaba tranquilo y esperando que ella lo viese sin tener que llamarle la atención, cuando la maldita rodó hasta su posición y fue allí cuando la pisó.

martes, septiembre 05, 2006

El show debe continuar. Si nos enganchamos con las peripecias de los errores insignificantes que pasan desapercibidos nos dirigimos hacia un pozo sin fondo, del que jamás podremos salir. El show debe continuar.
Tropecé y caí justo a los pies de la vieja que estaba al lado del escenario. El tiempo se paralizó mientras veía mis sueños hechos polvo. Me levanté como un rayo intentando disimular, para que el accidente pase como parte del acto. Pero era in disimulable. La gente rió, me puse rojo de ira. Proseguí mi discurso con un nudo en la garganta y salí de escena violentamente. No podía entender cómo me había tropezado. ¿Con qué?
Al final del acto descubrí que el estúpido que maneja las luces se había llevado una naranja para comer mientras se hacía la presentación y la había perdido. La maldita rodó hasta mi posición y fue allí cuando la pisé.

lunes, septiembre 04, 2006

Una naranja que rueda sobre el piso es una naranja que rueda sobre el piso hacia ningun lugar. Si hacemos hincapié en la trivialidad de las cosas nos daremos cuenta al instante de la trivialidad de hacer hincapié en la trivialidad de las cosas. La falta de sentido nos une, todos los seres de la tierra mancomunados en un hacer, en un devenir inútil. Y si la naranja rueda hacía ningún lado tal vez notemos que en realidad se dirije a un pozo sin fondo, o a los zapatos de una vieja, o hacia la cara de un niño, de todas maneras: ¿Que importancia tiene?

viernes, agosto 11, 2006

Ella se empeñaba en cruzar la calle cuando la vi. Tendría alrededor de cincuenta años y venía con unas bolsas de supermercado en las manos. En realidad no la noté hasta que sucedió. Ella se resbaló con el asfalto húmedo y quedo suspendida en el aire.
No es misterio para ninguno que el tiempo es maleable, pero cuando uno lo ve con los propios ojos, este estiramiento de los segundos, bueno uno se sorprende.
Cuando resbaló ambas de sus piernas se elevaron, primero la zurda y después la otra, hasta que la pobre mujer quedó en plano horizontal, acostada, pero a un metro, un metro cincuenta del piso. Vi como luchaba desesperadamente con todo su cuerpo por aferrarse de algo. Pero encontró solo aire. Soltó las bolsas y buscó con sus brazos, con sus manos, con sus dedos, algo de que agarrarse. Hasta parecía querer agarrarse de algo con los dientes, hasta con los ojos que se le escapaban de su lugar en la cara. Esta mujer no quería caer por nada en el mundo. Uno se olvida de la gravedad (la gravedad de la gravedad). Se vuelve algo tan corriente como respirar. Hasta que la tenés tirándote de culo en la calle. Desparramando tus frutas y verduras por toda la cuadra. Me acerqué y le ofrecí una mano para levantarse, también le junté las naranjas del piso. No me reí de la caída hasta como diez minutos mas tarde.

miércoles, junio 28, 2006

todos los lunes de la semana

No sé porqué pero cada vez que me caigo de la cama es lunes. El lunes pasado, hace un rato, me dí cuenta de eso, de eso y de que todos los lunes de la semana me caigo de la cama. Es muy curioso, la cama, el lunes, la caída. Ahora resulta que siempre me caigo a la misma hora. A las siete menos veinte de la mañana. A las siete menos veinte de la mañana, de cada lunes de la semana, me caigo de la cama.

Escuché de uno que también se caía de la cama, pero lo suyo era mucho peor. Comparado con lo suyo lo mío no es nada. Lo mío es caerme de la cama a cada lunes de la semana, a las siete menos veinte de la mañana. Lo suyo era caerse de la cama al primer minuto de cada hora. Pero no solamente los días lunes, sino que todos los días. Es inconcebible, ¿no?

Aunque pensándolo bien, lo mío es mucho peor. Y te voy a decir porqué. Esta otra persona, se caía de la cama en el primer minuto de cada hora de cada día. O sea una vez por hora dormida. Lo que se traduce a ocho veces por día, estrictamente. Lo de estrictamente viene a que esta otra persona se dormía a la media noche y se despertaba a las ocho de la mañana. Lo hizo así, estrictamente, todos los días de su vida. Pero lo suyo era mucho mejor que lo mío. Comparado con lo mío lo suyo no es nada. Por que esta otra persona lo que hizo fue armar como unas escaleras pero hechas de camas. O sea, como unas escaleras pero hechas de ocho camas. Una para cada caída. Se iba a dormir a la medianoche en el escalón de arriba, y se despertaba a las ocho en el escalón de abajo. Hasta que se mató. No sé cómo pero se mató. Por eso lo mío es mucho peor. ¿Sabés porqué lo suyo es mucho mejor? Por que yo sigo acá.

Lo que yo no entiendo es porqué esta otra persona no dormía en el piso y listo.

¿Y sabés porqué no lo entiendo? Por que sigo acá. Sigo acá cayéndome de la cama todos los lunes de la semana a las siete menos veinte de la mañana. Lo que yo no entiendo es porqué no duermo en el piso y listo.

Ojalá yo también pueda morir, algún día.

lunes, mayo 15, 2006

Aprovecho para contarles de un sueño que tuvo mi amigo Francisco “ombligo deforme” Posse. En su sueño el se encontraba con Edgar Allan Poe. Edgar, desesperado, le pedía a Ombligo (vamos a llamarlo así) que le revisara algunos de sus últimos escritos, de los que se sentía tremendamente inseguro. Ambos apoyaban sus traseros sobre un banco de plaza, Edgar le pasaba un pilón de hojas desordenadas y Ombligo, acomodándose los lentes, se ponía a leer. Edgar, hecho una desastrosa bola de nervios, se agarraba las rodillas y se clavaba las uñas hasta derramar sangre.
Ombligo terminaba el último párrafo y apoyaba las hojas a su lado, lo miraba a Poe que parecía a punto de treparse a un árbol.
- Edgar, querido, aflójale con los adjetivos-
Poe no parecía entender.
- Si, mira acá por ejemplo– Ombligo levantaba una de las hojas y buscaba una frase con el dedo. – Oh sangriento destino, carnicero de mi pálido final. Espantoso e infatigable el tiempo que nos acecha cual filosa navaja, lúgubre susurro desde la eternidad. ¿Te parece? Aflójale un toque. La estructura está bien.-
Luego Poe se esfumaba del banco en la plaza para despertar en su cama, sudoso y afiebrado por una terrible pesadilla.
Ombligo se quedaba un rato mirando las palomas. Tres de ellas fornicaban al lado de una vieja autista. Un perro se acercaba a Ombligo y le ladraba, sonaba como cabra. Lo reconocía, era el poodle del vecino maricón. Despertaba. Lunes otra vez.
Creo que en algún momento entendí que mi ombligo no iba a figurar en el mapa, sin importar la cantidad de horas que podría invertir en buscar dicho agujero en dicho papel plegado. Pero esto debe haber sido después, porque tengo recuerdos frustrantes de hacer exactamente eso.

Lo que no logro adentrar en el cuadro es en qué momento levanté la taza de café del mapa, con el dilatado propósito de mirar lo que escondía debajo: una calle, una esquina, una cuadra, mi ombligo, la calle, la esquina, la cuadra, un ombligo, mi silueta, el ombligo, todo curiosamente atrapado en un anillo de café o de tierra.

Mientras la mancha circular comenzaba a arder, moderadamente, como lo hace un cigarrillo, supuse un dolor en el pupo curiosamente análogo a un dolor inolvidable, un dolor de antaño, un dolor específicamente punzante, cuando mis actitudes, una mujer endemoniada y un muñeco graciosamente similar a mí utilizado como guardaagujas fueron los ingredientes apropiados para una película o el final de un sueño.

lunes, mayo 08, 2006

Gritó ¡Eureka! y al momento se arrepintió. Soltó una risita avergonzada y nerviosa, y levantó la vista del mapa del tesoro que se extendía sobre la mesa. Llevaba tres horas estudiando el dichoso mapa que le habían traído Marcel “El carnicero” y Bruce “El sangriento”, con todas esas claves y adivinanzas enrevesadas, todos esos números y metáforas sobre la riqueza y por fin lo había solucionado. Una desilusión. Todo era una maldita broma, un juego sin solución. No había ningún tesoro, sólo tiempo que perder buscándolo. Alguien se había reído de estos dos trozos de carne con ojos que ahora lo miraban expectantes, sudorosos, desconfiados. Por un momento deseó ser un personaje de novela, una historia apuntada en un bloc de anillas, estar a merced de un dios escritor que lo sacara del atolladero, que supiera manejar a estos dos asesinos, pero cuando Marcel sacó su cuchillo y lo miró con suspicacia supo que todo era real y cierto, y empezó a buscar una historia con un tesoro que le salvara la vida.

domingo, mayo 07, 2006

La perfección se me subió al cuello y empezó a escalarme la cabeza, aferrándose para tal fin, del agujero que descubrió mi oreja al desprenderse. Al llegar hasta la cima se asomó por mi flequillo y se lanzó al vacío. Sus últimas palabras en la base de mi cráneo: EUREKA!
“Qué terrible y ESTÚPIDO complejo (qué complejo no es estúpido?) el que nos impide expresarnos por sentir que, lo que sentimos, no es digno de ser expresado!” me lo dijo mientras se subia las medias hasta las rodillas. Después se dio vuelta y me miró por primera vez en la noche. No se si era martes, pero en el recuerdo me parece tan martes todo, tan medio pelo.
“Tenés que relajarte” le dije sin ganas de decir nada “todo lo que haces es inevitable, sos perfecta porque no podes ser de otra manera”. Y ahí me miró por segunda vez en la noche, pero yo hubiese jurado que era la primera.

domingo, abril 23, 2006

El río se asomaba a partir de ambos lados de mi escalera, fluía a travéz del picaporte de una de las puertas. El río hacía ruidos escandalosos que me llegaban en diferido con interferencias y metáforas. Pero me molestaba escuchar el ruido tanto como me molestaba bajar las escaleras o cruzar el umbral de una de las puertas. Un puerto de madera podrida dormía muerto por debajo del nivel del agua, muy por debajo del nivel del agua. Y la lluvia aludía a las lágrimas de ese puerto, la lluvia que entraba por debajo de la alfombra, y por arriba de la alfombra entraba. El río era así como era en aquél entonces, pero era el mismo río de siempre, las mismas aguas de siempre, porque en realidad el río no fluía, la corriente no ardía ni consistía en ser una corriente porque corriente no era. En el sentido de que no corría, ni caminaba, nisiquiera gateaba arrodillada ante mi hogar. Había dejado de hacer eso que hacen los ríos por razones muy lejanas a las suyas propias. Pero tenía las razones suyas propias porque con ellas me golpeaba la puerta, escandalosa, esperando a que abra y la deje entrar.

sábado, abril 22, 2006

El Barrio Chino se abría ante nosotros amenazador, sus calles desiertas, sus pasillos estrechos, las puertas cerradas, los balcones suspendidos en un aire enrarecido, espeso, casi líquido. Llegamos a la puerta, El Sordo Mike eructó sonoramente y río, una nube amenazante se cirnió sobre nosotros, el viento nos enredó entre sus brazos de boxeador cansado y no sacudió como si fuera la primera vez que no...
-¡CUIDADO!- gritó Mike. Los trapos sucios y húmedos cayeron muy cerca mío, no muy cerca, pero lo suficiente como para ensuciar mis pantalones blancos.
-Malditos amarillos... - me dije en voz baja mientras sacudía y refregaba la mancha gris impresa en mi ropa.
- ¡AQUI TODOS ENTENDEMOS INGLES!- me gritaron de uno de los balcones que no pude identificar.
- jgtrlerkerfffedsff... - farfullé y abrí la puerta de una patada. En el interior de la vivienda había cuatro orientales sentados en una mesa riendo, separando y mezclando coca. En cuanto nos vieron sacaron sus armas de debajo de la mesa, estaban pegadas a ella con cinta. Uno de ellos no pudo sacarla, El Sordo Mike entró y con gran velocidad le dió un tiro de gracia en medio de su amplia frente de chino gordo y sudado. Los otros tres se refugiaron detras de las columnas que sostenian la endeble construcción. Yo me puse a resguardo detrás de un sillón viejo, Mike detrás de un pequeño televisor blanco y negro. Nuestras armas no podían compararse con sus ametralladoras de fabricación y uso militar por lo que nos contentamos con hechar algunos tiros sobre las paredes para hacer de falsear nuestra lucha, estábamos realmente aburridos.
- ¡Hombre! ¡Alto! ¡Alto el fuego! - gritó Mike. Los disparos cesaron por completo en un santiamén.
- ¡Que solo queríamos comprar un poco de buena droga!-
- ¿Porqué comenzaron a disparar entonces?-
- ¡Hombre! ¡Me emocioné! ¿Esta bien? ¡Tan solo me emocioné!-
- ¡Nos emocionamos! - gritó El Sordo Mike.
- ¡Bajen sus armas! - gritaron los chinos a coro.
- De acuerdo, hombre, de acuerdo- dijimos Mike y yo y les arrojamos nuestras armas al ras del suelo. Nos levantamos muy despacio y nos acercamos a ellos. Tenían buena pasta, terminamos la transacción, los ayudamos a cortar al chino muerto en partes iguales y nos fuimos de allí.
Todavía no puedo creer lo que nos pasó, deberíamos estar muertos y enterrados en algún jardín.

viernes, abril 21, 2006

La calle que temprano había hervido yace fría, reptil. Ahora sin gente no existe verdad, tampoco hay que esperar. Ella es una copa de cristal contra la pared. Quien había exprimido mi corazón como trapo mojado ahora se ha vuelto trapo para mí. Su piel tan blanca resplandece a la luz de la luna. Me acerco, el pasillo se alarga a mis espaldas. Levanto mis manos azules, los dedos extendidos. Mi sombra se agranda sobre su cuerpo. No emite sonido pero sus ojos gritan, primero piedad y luego terror. Envuelvo su cuello entre mis manos y aprieto con una fuerza tal que me imagino capaz de borrar el pasado. El presente languidece entre mis dedos y cae rendido a mis pies. Pero el pasado es un gigante grotesco y el futuro se esfumó.
Barcelona se movía inentendible. Llena de recovecos. Laberíntica y ajena. La sagrada familia me impresionó más por lo inconclusa que por lo monumental; tal vez es que no se contar los ladrillos. Pero en mis pies había un peso agregado: Cuando uno viaja, lleva encima su país natal. Y una tristeza muda me guiaba por las calles menos turísticas, en las que cuelgan la ropa para secarse a la lluvia.

miércoles, abril 19, 2006

Cargué mi mochila al hombro, miré para ambos lados en busca de alguna señal. Sobre una puerta de vidrio se encontraba señalado donde debía dirigirme. Empecé a caminar por los largos pasillos de baldosas tan prolijas y parejas que parecía un hospital. Mucha gente extraña hablando todo tipo de idiomas pasaba alrededor mío en todas direcciones. Al arribar me colocaron en una fila, "extranjeros" decía el cartel. Allí estaba parado cuando la duda empezó a atacarme. En lo más profundo de mi estómago (porque es allí donde golpea). Una gota de sudor empezó a correr por mi frente. Una de las personas delante de mí era interrogada con tal ferocidad que lo hizo llorar. Se lo llevaron por una puerta del costado dos custodios bastante fornidos. Llegó el punto en que lo único que podía escuchar era el latido de mi corazón, tan fuerte que parecía querer salir a tomar un poco de aire. Todo el lugar empezó a dar vueltas. Las voces se escuchaban lejos. Cada paso que daba retumbaba en mi cabeza como miles de estallidos que intentaban tirar todo el lugar abajo. Al acercarme más y más la presión en mi pecho se hacía insoportable. Creí que moriría. Todo alrededor era amenazante. ¿Y si tenía algo mal? ¿Si me faltaba algo? ¿Qué sería de mí?
Hasta que llegué al mostrador. Tomaron mi pasaporte, lo abrieron, sellaron y cerraron.
- "Bienvenido señor Etchart. Que tenga una buena estadía."
Así sin más todo había terminado. Mi tortura finalizada y una era de libertad comenzada. Feliz.
- Hijo mío... ahí tienes una buena pelota. - Casimiro miró el balón con cierto desconcierto en su mirada.
- Es de cuero... - afirmó al tocarla.
- Si, es de cuero. - respondió su padre lleno de un temor que lo corrompía hasta la médula.
- De acuerdo... - Aquél hombre de pantalón gris respiró aliviado ante la mirada desconfiada de su hijo. Después de una larga pausa, su corazón se acomodó y preguntó.
- Bueno, pero entonces... ¿Te gusta?-
- Gustar no es la palabra que yo usaría... - Estallaron siete ventanas en un lapso de tiempo de 3 milisegundos. Un latido constante, una pulsión vital hacía vibrar las paredes al ritmo de una vida en juego.
- Entonces... ¿cua...?-
- Yo creo que sería: agradar. Esa pelota me agrada. Si. - su padre volvió a la vida, todos los colores de la cara le volvieron en un abrir y cerrar de ojos, de la monocromía al technicolor.
- Me alegro, hijo. Me alegro.-
- Aunque... - se arremolinaron los vientos y entraron por los huecos de las ventanas vacías. Otra vez esa pulsión, la hora de muerte.
- Dime.. hij...-
- Nada.- otra vez la normalidad mas absoluta. Las puertas se relajan, las paredes dejan de sudar, las tempestades se calman. El veneno ya no corre por las venas de un padre que por un momento, por un instante, creyó que se ahogaría en las aguas de un mar profundo, azotado por la corriente del niño.

Mundos por encargo

Todo comenzó con mucha inocencia. Adán y Eva, el paraíso, una manzana, y la inocencia. Y fíjate todo lo que tienen ahora. Subcontraté el trabajo, es verdad, pero le di algunos buenos consejos y un día de vacaciones al final. Soy un Gran Dios y no puedo estar todo el día creando mundos pequeños e insignificantes y el chaval merecía una oportunidad así que se lo di, el encargo. - Ahí tienes una buena pelota de tierra y agua. Haz algo bonito y limpio. Sencillo. Es sólo para cubrir un rinconcito en la habitación mas escondida del Universo. Trabaja una semana y cógete luego unas vacaciones- También le di un buen presupuesto no os vayáis a creer. Me olvidé del tema y seguí con mis asuntos de verdadero Dios importante. Dejé allí al becario con su cara iluminada y sus proyectos. Pero la juventud es así... presuntuosa, irresponsable. Vuelvo ahora y ¿qué me encuentro? Que respetó el presupuesto, si. Que se cogió sus vacaciones al séptimo día, cómo no. Un informe lleno de frases rimbombantes y misteriosas, un Génesis oscuro y marrullero impropio de un buen estudiante. Bueno. Y que no siguió los pocos consejos que le di. Fíjate que lo tuvo fácil. Pues no. Él puso la inocencia al principio y no sabía que sólo era la cara amable de la estupidez.

domingo, abril 16, 2006

la prima segunda de mi papá

Es mi mamá.

todo empezó con mucha inocencia.

así quiero yo debutar... Así

sábado, abril 15, 2006

Some sunny day

Y después: el invierno de mi descontento. Salir a la calle ya no servía de nada, por tantas cosas que te mataban continuamente. Televisores y otras cosas, cayendo y matándote. Al rato, unos meses, nomás, llegó la prima Vera. Que es prima segunda en realidad. Ay, Vera, What has become of you?
Aquel Abril perdió su verde, adquirió su rojo y se puso amarilla. Se largó a volar y danzar en el aire con las primeras lluvias. Habiéndose secado con un tibio sol otoñal se subió a una tímida brisa que pasó por el pié de su árbol. Yo la conocí porque pasó justo frente a mí como si no existiera, me ofendió. En su paso me golpeo en la cara, me raspó y prosiguió con su danza. La seguí un par de cuadras hasta que frenó en el porche de una casa. Se quedó jugueteando con otras hojas secas de todas formas y colores, arremolinándose, elevándose y cayendo con total armonía. La dejé allí donde encontró la felicidad.

viernes, abril 14, 2006

Ella nunca tropieza, es que no tiene donde caer.
Baila por la calle y si le preguntas porqué, te dirá que lo hace simplemente por que puede.
Si te abraza, aunque no la conozcas, algo bueno haz de haber hecho.
Eligió ser nómada y lo vuelve a elegir cada Abril, en el camino encuentra la paz.
Tiene hogar, ella dice, aunque este carezca de arquitectura, pues está en su mente.
Durante el dia, sueña. Cuando llega la noche se ilumina.
Tiene tres vestidos iguales pero de diferente color. Verde, rojo y amarillo.
Delira. Pero en su delirio hay algo de verdad.

jueves, abril 13, 2006

....... la la la la la.... LA LA

Desde el fondo de una camilla de hospital miró a su alrededor y dijo: "¿Donde esta la madera que encargue?". Deliraba. Pero en su delirio había algo de verdad. Algo innegable. La madera era en serio. Era dura y maciza. Un bloque de esperma seco que cae sobre tu cabeza. Si. En realidad si. Quería cambiar de profesión. No serviría mas al Rey. Serviría al oceano, un amo mucho mas cruel, mas inhumano. Se codearía con piratas, con monos pervertidos en traje a rayas, con sirenas peludas, con tritones alcoholicos, con corales cosmopolitas y con un perro. Si. Un perro, pero uno de verdad.

martes, abril 11, 2006

Y al desplomarse inerte sobre las baldosas ajedrezadas, pudo articular un ultimo pensamiento, que sin ser genial superaba en mucho a los que usualmente moraban en su ruda y bélica cabezota: “Tengo que conseguir mucha madera, de donde pueda, para construir una balsa e irme a naufragar.” Paf! Después sangró un poquito.
"Amense los unos a los otros" fue lo que dijo Breton a cada uno de los posts. "Sean uno, convivan en armonía para que arrancando por el último se conozca al primero y lo mismo de forma inversa."
En eso meditaban los tres mosqueteros pensando en una buena frace para hacerse famosos. En esos días el marketing era una pieza crucial para alcanzar el favor del Rey. Pensaron mucho en los emblemas de sus uniformes, la flor de liz, los sombreros emplumados, los mosquetes, los bigotes, pero no fue hasta que, pasados de copas del mejor vino de la casa, Atos exclamó:
- ¡Sacre bleu! ¡Uno para todos y todos para uno!
Y se desmayó.

al vino vino y al huevo huevo

Aquillegó el texto introductor, el primer lazo de la cadena, pero esta no es una cadena creada para reprimir sino todo lo contrario. Aventurémonos en la escritura espontánea como lo harían Indiana Jones y los tres mosqueteros, encontremos en el absurdo el sentido mismo de la vida y construyámosle una estatua de papel higiénico. Entre relación y relación mamemos la libertad por sobre todas las cosas. Ámen.