lunes, mayo 15, 2006

Creo que en algún momento entendí que mi ombligo no iba a figurar en el mapa, sin importar la cantidad de horas que podría invertir en buscar dicho agujero en dicho papel plegado. Pero esto debe haber sido después, porque tengo recuerdos frustrantes de hacer exactamente eso.

Lo que no logro adentrar en el cuadro es en qué momento levanté la taza de café del mapa, con el dilatado propósito de mirar lo que escondía debajo: una calle, una esquina, una cuadra, mi ombligo, la calle, la esquina, la cuadra, un ombligo, mi silueta, el ombligo, todo curiosamente atrapado en un anillo de café o de tierra.

Mientras la mancha circular comenzaba a arder, moderadamente, como lo hace un cigarrillo, supuse un dolor en el pupo curiosamente análogo a un dolor inolvidable, un dolor de antaño, un dolor específicamente punzante, cuando mis actitudes, una mujer endemoniada y un muñeco graciosamente similar a mí utilizado como guardaagujas fueron los ingredientes apropiados para una película o el final de un sueño.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Mateo dijo...

pupo