- Hijo mío... ahí tienes una buena pelota. - Casimiro miró el balón con cierto desconcierto en su mirada.
- Es de cuero... - afirmó al tocarla.
- Si, es de cuero. - respondió su padre lleno de un temor que lo corrompía hasta la médula.
- De acuerdo... - Aquél hombre de pantalón gris respiró aliviado ante la mirada desconfiada de su hijo. Después de una larga pausa, su corazón se acomodó y preguntó.
- Bueno, pero entonces... ¿Te gusta?-
- Gustar no es la palabra que yo usaría... - Estallaron siete ventanas en un lapso de tiempo de 3 milisegundos. Un latido constante, una pulsión vital hacía vibrar las paredes al ritmo de una vida en juego.
- Entonces... ¿cua...?-
- Yo creo que sería: agradar. Esa pelota me agrada. Si. - su padre volvió a la vida, todos los colores de la cara le volvieron en un abrir y cerrar de ojos, de la monocromía al technicolor.
- Me alegro, hijo. Me alegro.-
- Aunque... - se arremolinaron los vientos y entraron por los huecos de las ventanas vacías. Otra vez esa pulsión, la hora de muerte.
- Dime.. hij...-
- Nada.- otra vez la normalidad mas absoluta. Las puertas se relajan, las paredes dejan de sudar, las tempestades se calman. El veneno ya no corre por las venas de un padre que por un momento, por un instante, creyó que se ahogaría en las aguas de un mar profundo, azotado por la corriente del niño.
miércoles, abril 19, 2006
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4 comentarios:
Niño malcriado
tomatelo con soda viejo.
bien hecho, a mi también me puso nervioso. ahora tengo que salir a romper algo.
Che, me gustó mucho. Me molestó también.
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