sábado, abril 22, 2006

El Barrio Chino se abría ante nosotros amenazador, sus calles desiertas, sus pasillos estrechos, las puertas cerradas, los balcones suspendidos en un aire enrarecido, espeso, casi líquido. Llegamos a la puerta, El Sordo Mike eructó sonoramente y río, una nube amenazante se cirnió sobre nosotros, el viento nos enredó entre sus brazos de boxeador cansado y no sacudió como si fuera la primera vez que no...
-¡CUIDADO!- gritó Mike. Los trapos sucios y húmedos cayeron muy cerca mío, no muy cerca, pero lo suficiente como para ensuciar mis pantalones blancos.
-Malditos amarillos... - me dije en voz baja mientras sacudía y refregaba la mancha gris impresa en mi ropa.
- ¡AQUI TODOS ENTENDEMOS INGLES!- me gritaron de uno de los balcones que no pude identificar.
- jgtrlerkerfffedsff... - farfullé y abrí la puerta de una patada. En el interior de la vivienda había cuatro orientales sentados en una mesa riendo, separando y mezclando coca. En cuanto nos vieron sacaron sus armas de debajo de la mesa, estaban pegadas a ella con cinta. Uno de ellos no pudo sacarla, El Sordo Mike entró y con gran velocidad le dió un tiro de gracia en medio de su amplia frente de chino gordo y sudado. Los otros tres se refugiaron detras de las columnas que sostenian la endeble construcción. Yo me puse a resguardo detrás de un sillón viejo, Mike detrás de un pequeño televisor blanco y negro. Nuestras armas no podían compararse con sus ametralladoras de fabricación y uso militar por lo que nos contentamos con hechar algunos tiros sobre las paredes para hacer de falsear nuestra lucha, estábamos realmente aburridos.
- ¡Hombre! ¡Alto! ¡Alto el fuego! - gritó Mike. Los disparos cesaron por completo en un santiamén.
- ¡Que solo queríamos comprar un poco de buena droga!-
- ¿Porqué comenzaron a disparar entonces?-
- ¡Hombre! ¡Me emocioné! ¿Esta bien? ¡Tan solo me emocioné!-
- ¡Nos emocionamos! - gritó El Sordo Mike.
- ¡Bajen sus armas! - gritaron los chinos a coro.
- De acuerdo, hombre, de acuerdo- dijimos Mike y yo y les arrojamos nuestras armas al ras del suelo. Nos levantamos muy despacio y nos acercamos a ellos. Tenían buena pasta, terminamos la transacción, los ayudamos a cortar al chino muerto en partes iguales y nos fuimos de allí.
Todavía no puedo creer lo que nos pasó, deberíamos estar muertos y enterrados en algún jardín.

3 comentarios:

breton dijo...

me emocioné loco, sniff sniff...
pobre chino gordo uaaa

Mateo dijo...

Buenisimo. Le pasa por chino y gordo. Y por vender falopa.

Anónimo dijo...

Greets to the webmaster of this wonderful site! Keep up the good work. Thanks.
»