jueves, marzo 25, 2010

Querido diario,
Mi desvelo se torna infinito, anoche tampoco alcancé caer en el dulce olvido de los sueños. Al acostarme en mi lecho nocturno los recuerdos tormentosos vienen hacia mí como imágenes líquidas rebozando de olores punzantes. Mis sentidos cuando rememoran liberan escalofríos bailarines sobre mi piel, y en su danza macabra dibujan en la oscuridad el cuadro de una mujer cálida y dulce, pero obsesionada. Entre trazos finos y colores parcos veo, una vez más, una boca deliciosa capaz de de llenarle los oídos de miel amarga a cualquier hombre. Veo un hombre como yo, convertido en una marioneta del terror, capaz de hacer cualquier cosa sin pensarlo dos veces con tal de poder recostar luego sus labios contra los labios, oh tan exquisitos, de esta mujer.
Entonces en blanco y negro mi manos como garras, los ojos desorbitados de Fabián, la cabeza afilada de una hacha colgada en el aire, el brazo desmembrado de Raúl, un puñal que corre hiriendo la noche con su punta, la sangre negra contra la piel nívea del pecho de Oscar. Gritos, chillidos, súplicas lastimosas, llantos, jadeos prolongados, todos inútiles. Como desde un balde se derrama sobre mi el hedor profundo, desgarrante, húmedo, agudo y terminante de la muerte.
Sin embargo, después de todo lo que me hicieron hacer, esos labios que alimentaron los demonios mas profundos de mi alma, se niegan a mí. Acusan sorpresa, arguyen un pequeño mal entendimiento, se fruncen y huyen en carrera de los míos. Pero yo entiendo que es solo el albor de otro juego espantoso y corro detrás de ellos. Pueden esconderse, pueden levantar barricadas con huesos, pueden cavar fosas fétidas, intentar reducirme evocando las más aterradoras de las memorias recientes e impedirme el paso al mundo de los sueños, pero una cosa te aseguro, oh mí apreciado diario, esos labios, esos dulces labios serán míos.

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